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jueves, 3 de noviembre de 2011

Me alegro

Por los que teneis amigos de verdad
por los que no teneis un pasado del que avergonzaros
y un presente que os sonríe.

Por los que salís a la calle con la frente alta
por los que teneis un sitio al que volver
y encima os esperan sin dudas

Por los que no os mirais de reojo ni os cuestionais
por la persona que os ama por lo que sois

Por no perder nunca de vista el horizonte
a pesar de todo y de todos.
Por los que os equivocais y lo reconoceis
por los que perdonais olvidando porque os compensa hacerlo

Por los que perdisteis la cordura y nadie os lo reprochó
ni os persiguió por ello
Por los que viajasteis como yo con la mente siempre abierta
por los que visteis más allá de mi ceguera

por los que dejé en el camino y no me echan de menos,
por los que lo hacen.
Por los que siempre dudarán de mi y me condenarán haga lo que haga

Por los que se fueron sin hablar conmigo
porque no sabían quien era.

Por los generosos que siempre lo seguirán siendo,
por los que niegan sus errores y me condenaron por ello
por los que me aman, me odian, me insultan, me engrandecen...

Estas letras.


martes, 1 de noviembre de 2011

Previo a la fragua II

He creído oportuno seguir escribiendo la fragua del fin del mundo de la misma manera en que lo hice en la primera parte, de una forma consecutiva, como van brotando los pensamientos, de esa forma os hago partícipes a todos de la aventura, una aventura en la que podeis tomar parte, quizá cambiando el rumbo, eso me motiva, que sea interactiva, de otra forma no sería mas que un acto de paganismo literario.

La fragua II (cont)

CAPÍTULO JUAN. SED DE SANGRE

No pegó nadie ojo en toda la noche, se levantó un vendaval del norte que parecía querer arrancar de cuajo las tiendas para llevarse de una vez por todas a los restantes miembros de la expedición griega. Los miembros de la guardia se protegían en cuclillas del azote de Eolo y procuraban no perder el equilibrio mientras tensaban las sujeciones de los barracones de tela de la tropa. El barco anclado en la bahía se zarandeaba peligrosamente amenazando con zozobrar, pero poco podían hacer ante las desatadas fuerzas de la naturaleza, una vez más como si de las doce pruebas de Hércules de tratara se vieron avocados a resistir los envites del destino que se volvía negro por días, les iba metiendo en el mismísimo pozo del inframundo y mermaba su capacidad de respuesta ante las dificultades.
Su afán de conquista que en principio les llevó a cruzar los límites de su resistencia y que les llevó de la mano de Dafne más allá de las columnas de Heracles se había transformado en una quimera en tan solo dos semanas y tendrían que emplearse a fondo si querían recuperar a sus compañeros y de paso sobrevivir a una tierra y unos dioses que les rechazaban de plano.
Tres días duró aquel castigo que consiguió destrozar no solo buena parte del equipo y de las provisiones, sino la moral de los hombres. Algunos dieron muestras de enloquecer y lloraban agarrándose los oídos, con los labios agrietados por la sed y la piel repleta de llagas por el azote de la arena.
Pero Dafne tenía un sueño, Irene tenía un sueño, Ciros tenía un sueño, Filipo tenía un sueño, Néstor tenía un sueño, Altair tenía un sueño y eso era inquebrantable y la incomprensión, el sufrimiento, las penurias, las preguntas sin respuestas, el todo y la nada en contra ya no bastaban a esta alturas para destruirlo. Ya no era solo el imperativo de su jefa de clan, ya no eran solo las millas cruzando el mediterráneo y el Egeo, la sangre derramada, a veces innoble, como en aquel bosque y de terceros tan solo amedrentados. Ya no era el oro, el hierro, Egipto!, ni tan siquiera Eleusis...donde quedaba Eleusis? quizá en una bruma del pasado.
Ahora en lo que se había convertido aquello era en una cuestión de orgullo. Nada ni nadie, ni ningún dios desperezado del hades podría con ellos, porque tan solo les quedaba una playa, un ejército maltrecho, un barco que se zarandeaba, unos dioses que les habían abandonado a su suerte y...el orgullo, y ante eso solo vale la gloria o la muerte.
Cuando amainó el poniente abandonaron la playa, andrajosos espectros en busca de refugio. Murieron quince hombres y tres mujeres, entre ellas Artemisia, a los que trasladaron penosamente hasta una hondonada a cubierto y dieron justas y rendidas pompas fúnebres. Dafne colocaba monedas en sus ojos, serena, impertérrita, grandiosa en cada pira funeraria, había perdido la prisa y más parecía que se daba el tiempo necesario para cobrarse justa venganza por todo aquello y la venganza es un plato que se sirve frío. No había cruzado palabra con nadie en varios días, ni tan siquiera con Irene. Su esposa, Ágatha yacía en un camastro en su tienda, moribunda, febril, luchando contra la muerte quién sabe en qué batallas de sí  misma contra qué bestias, qué monstruos, tan solo con su arco cretense ávido de sangre, certero e implacable, pero inútil ante la inferioridad numérica.
Aquella noche, después de las honras, Filipo se presentó en la tienda de Dafne, llevaba un aspecto lamentable, el uniforme deslucido y se sintió indigno, pero ella le hizo pasar.

- Buen Filipo, has conseguido salvar los manuscritos de todo este desastre, bienvenido seas a mi...palacio- lo dijo con cierta sorna, haciendo un ademán para que tomara asiento frente a ella. -Mi señora, qué puede hacer más por Eleusis este mugriento macedonio?, ya no me queda tinta que gastar, por no tener no tengo ni suelas en mis sandalias, pero si de algo os sirve mi buena memoria, daré fe en ésta o en la otra vida de nuestras epopeyas-.
-Nuestras? empiezas a hablar en plural, eso me gusta- dijo con gesto amable Dafne -No seas tan duro contigo mismo, has hecho mucho más allá de lo posible, tu aspecto es terrible, pero tu alma está intacta y eso es lo que me vale. Ya no eres macedonio, casi has perdido el acento bárbaro y tu insoportable acidez...yo haré que vuelvan ambas-.
Filipo sonrió moviendo la cabeza dubitativo - Dafne, mi señora, os admiro en grado sumo, ya no me quedan rencores para escribir soflamas contra vos ni contra Eleusis. Éste es mi pueblo, mi gente, lo he aprendido de Agalis, de Ciros, de Nestor, de Irene, de todos vosotros, si he de revolverme en mis taimadas letras, que sea contra los dioses que nos espantan y se empeñan en acabar con nosotros-.
-Es hora de salvar ciertas distancias Filipo, te dispenso el trato de puertas adentro y...ahora, dime qué piensas de todo esto y hazlo con la sinceridad que te caracteriza o te rajo y te lanzo al mar para que te devoren las medusas- Dafne le miraba con la boca torcida y el ceño fruncido, pero sin el menor atisbo de fiereza, solo buscaba consejo, quizá una salida honrosa buscando la confianza, la complicidad y cierto sosiego en la mente preclara de su escriba.
-Si me das esa confianza te diré que llegados a este punto solo tenemos dos opciones, subir a ese desmadejado trirreme y claudicar o subirnos a lomos de la eternidad, no se si emularemos a Aquiles o nadie recordará nuestra gesta pero...qué nos queda? Crees que tus hombres, por muy maltrechos que estén agradecerían tu gesto de devolverles a su patria? quizá al principio si, pero nunca se perdonarían ni te perdonarían tirar la toalla, abandonar a los que perdimos y volver a casa quizá con la promesa del oro si, pero con la ignominia de la falta de entereza ante la afrenta-.
-Filipo, nunca me acostumbraré a tu falta de delicadeza...no, no me mires así, no te lo reprocho, has sabido ser buen cronista de mis locuras, ahora empieza una locura que me es ajena. Mírame, solo soy una mujer, una guerrera, he tratado de poner cordura a todos nuestros desenfrenos, pero esto en cierto modo se me escapa. Comprende que pierdo tanto volviendo a casa como malgastando la vida de mis hombres y cada día que pierdo un hoplita, una guerrera como Artemisia y más de cien remeros en una playa sin saber porqué se me muere algo por dentro y eso es mi cena, mi desayuno y mi castigo, no el tuyo. Pon eso en tus crónicas porque mañana, cuando amanezca, vamos a ponerle coto a tanto sufrimiento así tenga que sacarle las tripas a esta tierra de venganza. Para venganza la mía, porque cada vida de Eleusis dejada en el camino, en el mar y por recuperar será mía por derecho propio y no te preocupes, encontraré tinta para que escribas cuanto aquí pase porque será o digno de pasar a la eternidad o pasto del olvido en el Hades-.
Filipo miró de reojo hacia el camastro donde yacía Ágatha oculto tras un velo de lino naranja casi transparente, después miró a Dafne y respiró hondo. –Es fuerte, muy fuerte y ama la vida tanto como a ti, se recuperará y seguirá salvando vidas de esa forma tan generosa que tiene, en silencio y sin exigir nada, siempre he admirado su forma de ser y en cierto modo es mi contrapunto, yo soy el bocazas que siempre se hace notar, es mi sino-. Dafne sonrió y se levantó para acompañarle a la puerta, poco más había que decir aquella noche. Le vio marcharse tambaleante tras una duna y pensó que a él también le quedaban muchas vidas por salvar, sin duda, empuñando su arco, su lanza, su xhipos o su pluma.
Al amanecer y hacia el este empezaba a salir un sol enorme y rojizo tras las nubes del volcán que casi les borra de la faz de la tierra y aún no corría ni la brisa ni la tramontana a la que estaban acostumbrados, era como un breve espacio de respiro antes de la batalla, cuando en el silencio de las tropas se adivina la tensión acumulada. En medio de la hondonada, igualmente silenciosa estaba Dafne, con su guerrera de escamas de cobre lanzando destellos contra el sol saliente, el escudo colgado a su espalda, su lanza clavada en el suelo, desafiante. Tan solo esperaba, y desde luego, sabía esperar.
Primero salió de su tienda Ciros, que enseguida reparó a contraluz en su jefa de clan y deslumbrado y sorprendido, se frotó los ojos y sacudió la cabeza como quién no se cree despierto aún. Pero no, allí estaba cual centinela que hubiera pasado toda la noche en la misma posición. Se volvió y llamó a su mujer. –Sofía, tienes que ver esto, o a Dafne le han poseído los demonios de Agalis o mucho me temo que se nos acabaron las indecisiones para una buena temporada-. Sofía hizo lo propio y agarrada del fuerte brazo de su marido retiró la tela de entrada a su tienda.- Por las barbas de Zeus! ha enloquecido! le dijo entre susurros, vistámonos, rápido!-.
Dafne miraba a un lado y a otro pausadamente y observaba cómo iban saliendo griegos de las tiendas, pero no daban más de dos pasos hacia ella, solo murmuraban y se hacían conjeturas inútiles. Poco a poco se fueron arremolinando bajo la incierta luz del amanecer carmesí. Irene, Nestor, Filipo y los demás tampoco se decidían a acercarse quizá por temor a ser ejecutados sin más miramientos en un posible arrebato de locura, muchos murieron así ejecutados por sus amigos en legítima defensa, pero Dafne? era imposible, o no!...quizá la enfermedad de Ágatha le había llevado al límite de su resistencia mental y se dejó arrastrar aquella noche a un mundo del que no es posible regresar y mucho menos para ser líder de nada ni de nadie, ni tan siquiera de uno mismo.Cuando todos estuvieron en silencio, Irene se acercó con las manos abiertas hacia la mirada fría de Dafne.

-Luces un aspecto impresionante esta mañana Atenea, qué puede hacer por ti tu pueblo…una vez más?- No sonó a reproche, más bien a noble ofrenda. Dafne volvió a mirar a lo que quedaba de su pueblo, haciendo un triste recuento, después relajó un poco el gesto y miró Irene, que todavía no las tenía todas consigo. –Lo que queda de él, no crees?- después empezó a caminar lentamente hacia Ciros dejando atrás a Irene, que levantó las cejas tratando de buscar una salida honrosa aquella situación tan extraña. Dafne se paró delante de su general y asintió para sí misma, siguió recorriendo el círculo de griegos, de amigos, parándose de cuando en cuando para cerciorarse de Ares sabe qué. No recibió miradas de miedo, solo de respeto, de admiración, quizá algo de incomprensión, pero nadie, absolutamente nadie le bajo la mirada, esa mirada que odiaba profundamente, la de la cobardía o la de la traición. Terminó su revista y volvió junto a Irene y mirándola fijamente a los ojos habló en voz alta.

-Creo en la vida eterna en este mundo, hay momentos en que el tiempo se detiene de repente para dar lugar a la eternidad.(tributo a Dostoievski).

Ahora ya somos la eternidad, ya no somos simples hombres y mujeres en pos de un futuro mejor, del bien de nuestros hijos, de la gloria del guerrero o de la defensa de un territorio.

No vamos a volver a casa…

Nadie movió una pestaña ni se cruzaron miradas de cansancio, hartazgo o aprobación, ni un solo murmullo, Dafne no esperó más.




lunes, 31 de octubre de 2011

Manda huevos

Vas al banco, les dices que tienes un proyecto viable pero que no quieres pillarte los dedos, que necesitas un apoyo inicial mínimo, y cuando digo mínimo es de 500 euros para una pequeña inversión. Bien...
Es una inversion que debidamente justificada te devuelve el estado por tu...iniciativa. Pues nada, les suena a chino, allá te las arregles. Mira chato, cuando traigas una facturación decente hablamos, todo esto de muy buenas maneras.
Pero vamos a ver chiquininos, si lo que quiero es para gasolina, tarjetas de visita, una escalera para limpiar cristales, que la que tengo me la ha dejado mi tío, uniforme de trabajo, que no pasa de 20 euros en los chinos, y cierta solvencia para imprevistos.
Si, si, si todo eso suena a buena gerencia, pero hacen falta papeles, pitusín, ya sabemos que el estado te paga todo eso y más, pero...vas a trabajar 3 años o les vas a dejar colgados?
Pues verás, majetón, estando en paro y lanzándome a esta aventura no veas tú las ganas que tengo de jugar a los empresarios. Se que los gastos son ingentes, que los impuestos son los que son, que tengo que pagar autónomos, los IVAS, el copón, la gestoría, la pensión alimenticia de mi hijo, qué me vas a contar que yo no sepa, encuadernao detrás de un traje.

Y al final he abierto una cuenta en la que...si hay dinero...si hay facturación...si hay colorcito...hablamos. Y encima me dice con toda su jeta de comercial usurero que éste pais está necesitado de gente como tú.

Teníais que ver mi cara cuando salí del banco, aunque objetivamente, ya me lo esperaba. No conteis con ellos si no es a un elevado interés y en ese interés, desde luego, no cuentan ni vuestras ilusiones, ni vuestro sentido común ni de supervivencia, porque eso es a lo que estamos avocados.

Nadie va a llamar a vuestros clientes para saber si sois serios, responsables y buenos profesionales, y mucho menos los bancos, así que si quereis montar una empresa, chatos, la solvencia os la buscais en el colacao de cada mañana, que buena falta os va a hacer.

Son lentejas.Cagonsuputamadre.

domingo, 30 de octubre de 2011

Papá, qué es la nada?


Pues…es una tienda de chuches sin chuches,
tus manitas vacías,
los domingos sin ti.
Nada es todo lo que no cuenta,
no se puede sumar, ni se resta a sí misma.

La nada es tu cabecita en blanco en un examen,
es caerse por una ventana y no llegar nunca al suelo,
porque la nada no tiene techo ni suelo,
ni paredes,
ni puertas para entrar ni para salir.

Es lo que dejas en el plato cuando te gusta mucho la comida,
nada.
Es lo que  piensas cuando lo has pensado todo,
como dormir sin sueños.
Es lo que hay más allá de las estrellas,
lo que quieres, quisieras tocar, ver y…no puedes.

La nada es la perfección porque no comete errores,
no tiene pinchos que pinchen,
ni es redonda, ni cuadrada,
su forma es perfecta,
porque cada uno la vemos como nos apetece.

La nada es un mundo sin tus dichosas preguntas.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Sin título

Quiero ser golondrina que anide en tu pecho
para picotear con mis besos sobre el corazón que amo.

Quiero ser el arroyo que trace meandros en tu cuerpo
 para pintar reflejos de luz sobre todas tus dudas.

Quiero morir a la sombra de tus pestañas
para redimirme a mí mismo.

Soy la gaviota que se perdió tierra adentro
 y ahora anida en la espesura de tu continente sagrado.

Soy el pergamino vacío donde escribes cada minuto
la Biblia de la fe que perdí un día.

Quiero ver el tacto de tus ojos, ser el sabor de tus dedos,
 el sonido de tu voz y el color de tu risa por siempre

viernes, 23 de septiembre de 2011

ahhh mon amie, ces´t l´amour!

Jaime sube al bus metropolitano cada tarde a eso de las cuatro, en Atocha. A esas horas el 27 va muy tranquilo y el trayecto hasta la plaza de Castilla se hace agradable, incluso en verano, ahora con el aire acondicionado no hay color, el metro es peligroso y asfixiante, es como meterte en el túnel del tiempo y nunca le tuvo mucho aprecio a moverse así por Madrid, además, en bus ves por donde vas.
Se acopla junto a la ventanilla central y de ahí no se mueve, anclado y viendo el panorama, uno de los más bellos de la ciudad. El Paseo del Prado, el Tyssen, Neptuno, Cibeles, Colón, lo más granadito y más amplio, bajo las sombra de los enormes y falsos plátanos de la Castellana.
Una lluviosa tarde de septiembre se subió una chica empapada y envuelta en una capa de agua muy parecida a la de los militares, con el pelo recogido bajo un gorrito muy gracioso también verde como los de los turistas. No le veía el rostro mientras se afanaba en buscar dinero suelto para el impaciente conductor, que hay que ver cómo se ponen cuando les das más de dos euros para que te cambien. El bus daba acelerones y frenazos sin piedad mientras ella intentaba no caer rebuscando en su monedero, después se apoyó agotada y resoplando contra uno de los asientos delanteros y fue entonces cuando Jaime reparó en su rostro. Estaba de perfil pero no pudo por menos que esbozar una sonrisa y girar un poco la cabeza al ver su nariz chata, perfecta, goteando agua que salía disparada con los resoplidos, el flequillo castaño caía sobre sus ojos de largas pestañas y sus labios eran….perfectos, se relamía las gotitas de agua con un gesto natural y gracioso. Cuando se quitó el gorro sacudió su corta melenita a lo garÇón y se agitó el pelo con una mano, se giró y plantó los ojos grises más bonitos del mundo en los azules de Jaime, sus facciones eran asombrosamente simétricas, sin exabruptos, guardando siempre armonía.
Jaime se quedó un momento infinito embobado patéticamente en la mirada de aquella Nefertiti vuelta a la vida hasta que una sonrisa cómplice acompañada de un gesto de curiosidad de la chica le sacó de sopetón de su particular agujero espacio-temporal.
Apartó nervioso la mirada hacia sus zapatos y se ruborizó como un adolescente, sintió vergüenza mientras ella seguía con descaro arreglándose el pelo y mirándole, después se sentó y sacó de su pequeña mochila un mp3, se lo puso y se sumergió en una pista de audio de dios sabe quién.
Jaime hubiera jurado que la mirada de aquella chica era de simpatía insinuando…”caramba, que chavalote más aparente!”, porque lo es, sin falsa modestia .Jaime tiene unos muy vistosos 32 años, con unos ojazos azul celeste que cuando se quita las gafas de sol en la editorial donde trabaja la recepcionista se hace un charco. Su pelo ensortijado negro azabache, barba de 15 días en un rostro noble, viril, cuerpo de Chayanne, bien vestido, mejor aseo, en fin, un hombre muy atractivo.
Pero no le gusta nada ni que se lo digan ni presumir en absoluto, es más, se siente incómodo con los contoneos forzados de muchas chicas para ganarse sus favores y tampoco soporta que le inviten a nada por su cara bonita, más de una vez se le ha escapado un seco no! ante la insistencia exasperante de alguna entaconada de pechos operados, no las puede ni ver, se le eriza el pelo del lomo. Y cuando rematan la visión con conversaciones intrascendentes se le dispara la bilis y se pone directamente desgradable, deben pensar que hombre guapo es sinónimo de cabeza hueca, así que ahueca el ala con cualquier pretexto y se hace un simpa, ahora si, con la mejor de sus sonrisas, que paguen ellas, por cenutrias.
En estas que llegaron a la plaza de Castilla y Jaime se apostó el primero para bajar del autobús, cuando vio por el rabillo del ojo cómo la chica se levantaba y acudía a la salida, dando al pulsador de parada. Se puso a su lado con la mirada fija en la calle y sin volver la cara dijo – me encantan los días de lluvia y sabes porqué? – y se volvió hacia Jaime que la miraba entre sorprendido y curioso – No, pero seguro que me lo vas a decir ahora mismo – Ella sonrió y se iluminó el mundo, se metieron en una burbuja en la que no había otros sonidos que sus voces y nada pasaba a su alrededor que llamara su atención. – Porque la gente solo se preocupa de no mojarse y no te hacen la radiografía de costumbre, eso si no te llevas un paraguazo, que hay que ir como un ninja, además, me gusta chapotear en los charcos antes de meterme en los taxis, se ponen frenéticos – Jaime se echó a reir agradeciendo la mejor presentación de nadie en su vida, después se abrió la puerta y bajaron los dos, Jaime con su pachorra habitual ante la cual la muchacha le dijo – te ayudo? – otra vez con esa dichosa sonrisa hipnotizante. Jaime no pudo evitar devolverle la gazpachada anterior. – No gracias, me encanta poner de los nervios a los conductores de autobús -. Ella se despidió con un “taluego” chispeante levantando su mp3 y marchó en la misma dirección que después tomaría Jaime.
Al día siguiente Sara estaba en la parada del 27 de Atocha leyendo un libro de Coelho, llegaba tarde pero sinceramente le daba lo mismo, para lo que pagan en esa asquerosa imprenta de mala muerte estaba bien a gusto allí con sus pensamientos sobre las etnias del desierto del Sahara. Salió un momento de su ensimismamiento para mirar  hacia la la fuente central de la plaza. Estaría otra vez el guapetón simpaticón de los ojos azules? Si así era se le iba a hacer de lo más agradable el trayecto coñazo hasta el curro. Sonrió pensando que debería dejar de ser tan macarra incluso en sus pensamientos.
Llegó el escarabajo rojo ruidoso y subió la última para evitar empujones. Miro sarcásticamente al conductor mientras sacaba el bono de diez viajes y lo ticaba en la maquinita muerdebonos. Y si, el guapetón simpaticón estaba allí mirando con gesto cansado a una señora gorda que no paraba de gesticular como un molino de viento en la calle, parecía que se había tomado la medicación de su perro.
Sara se plantó delante de Jaime y cerró su libro de golpe, le miró sonriendo – Qué! nunca has visto los molinos de Cervantes? pues ahí lo tienes – Jaime se pegó un susto que no sabía muy bien qué decir, mirando de arriba abajo a Sara porque no la reconocía sin capa de lluvia y sin gorrito de turista. –Ho…hooola!, espanta taxistas! ¿tú por aquí? – se sintió penoso por su respuesta, pero Sara río de buena gana,  cosa que le tranquilizó sobremanera. Estaba para comérsela, con unos piratas deshilachados, unas bambas sin calcetines, una camiseta raída de Jesse J. y el pelo recogido con un coletero a medio poner con prisas, pero olía a jazmín, a frescura, a juventud, a rebeldía.
- Coelho, vaya, no es de los míos, hace tiempo que perdí la vena mística...- la miró interrogativamente - Sara, me llamo Sara ¿y usted? ¿Don tranquilo?.  Jaime, si mis padres no me llevan engañando 32 años. Oye Sara, quizá en lo de Coelho no coincidimos, pero me flipa Jesse J., me parece Aretha resucitada, no crees?- Sara se estiró la camiseta reafirmando sus convicciones, con un gesto tan juvenil que a Jaime le dieron ganas de darle un abrazo. - Sep, sus mejores videos los que tiene colgados en youtube, los caseros y...agradezco tu sinceridad por lo de Coelho, otro me habría dicho por mi carita mona que le encannnnta Coelho-. Reía Jaime devolviendo agradecido el gesto a su interlocutora, el viaje prometía, no se iba a aburrir ni un poquito en su compañía. - Trabajo en una editorial, me pagan por sacar de su error a escritorcillos subidos de papo, nada me reconforta más que bajar de la burra a consagrados y envarados literatos que te dan un bodrio de novela para editar, se quedan perplejos, pero como eres el que pagas, se van destilando bilis con el orgullo metido en el c... perdona el exceso de confianza - Jaime errojeció sorprendido de sí mismo mientras Sara se descacharraba a gusto, pero lo curioso es que desde la primera frase que cruzaron el día anterior no se sentía forzado a llevar un guión preestablecido o protocolo alguno con aquella criatura deliciosa que a su edad parecía muy leída y muy de vuelta de todo en la vida -.
Transcurrió el trayecto entre bromas y descubrimientos mutuos, al final casi tuvieron que salir corriendo hacia la puerta de salida. Sara ayudó a bajar a Jaime entre las protestas de éste y las muecas burlonas de ella. En la acera se miraron un momento sonrientes. Sara hizo un gesto con la cabeza -¿Hacia donde vas cachazudo? – Jaime la miro cansino mientras ella se reía de su propia falta de respeto. –Dime a donde vas tú, narizsucia, que me voy precisamente en la dirección contraria. Buena estocada Dartagnán, pero pienso acompañarte un rato te guste o no, estoy haciendo méritos en la empresa para que me despidan, así que…- Jaime hizo un gesto con la mano sin perder la expresión de rendición absoluta, aunque por dentro tenía unos bonitos fuegos artificiales.

Resulto que la artimaña de Sara no fue demasiado efectiva, porque la editorial estaba junto a la imprenta. Se despidieron y quedaron al día siguiente en Atocha.

Y así transcurrieron los días, se fueron envolviendo en la maravillosa red de la complicidad, del tiempo que se para cuando estás a gusto, de la disculpa a tiempo, de las miradas en silencio y de los silencios pertinentes, oportunos, tanto como los diálogos enriquecedores. Daba igual el tema, lo exprimían como un limón discutiendo a veces, pero sin el ánimo de ganar un combate, solo de crecer individual y recíprocamente, sin vencedores ni vencidos.

Llegó un viernes, un maravilloso viernes soleado en el que Jaime esperaba, de nuevo, el infierno de no volver a verla hasta el lunes. Al llegar a la puerta de la editorial ella se plantó delante de él, con las manos apoyadas en la silla de ruedas de Jaime. Cada vez que hacía eso se avecinaba el huracán Sara -Qué vas a hacer esta noche chato? Porque me muero de ganas de hacer el amor contigo. – Jaime se quedó sin aliento, pero antes de responder Sara le besó largamente mientras le agarraba del cuello con tanta pasión como solo ella podía entregar. – Pero Sara, yo…soy…. No hay peros que valgan muñeco, ya inventaremos algo, ¿o es que el sexo es solo penetración?. Yo te quiero, me vuelves loca tal como eres y quiero comerte a besos.

Tres años después, en un pisito céntrico junto a la Plaza Payor corría por el pasillo un enano delante de su padre, un ex-motero enamoradísimo de su mujer y de su vida. Hasta el final no habeis notado diferencia alguna con cualquier otro tipo de relación de pareja, verdad?.

No se le puede poner puertas al campo y menos al amor.

jueves, 22 de septiembre de 2011

El abuelo

Ya no va al casino cada tarde a escuchar las mismas mentiras de autocomplacencia de los allí presentes, aunque hace mucho tiempo ya que le entran por una oreja y le salen por la otra. El vinillo que se tomaba jugando al dominó le sienta mal, así que prefiere el poyo de su puerta, su bastón y su vida para recordarla. Los amigos que hizo y perdió en la guerra, una guerra que empezó en la plaza, con el puño en alto, seguro de sí mismo y con algo por lo que luchar y que acabó soñando cada noche como venían los que mató a visitarle en sueños, en eternas pesadillas de las que no consigues despertar nunca.
La dichosa guerra, cuantos años perdidos para acabar peor que al principio, sin madre ni padre ni perro que te aguante, con los ideales metidos en salva sea la parte. pero eso pasó hace tanto tiempo que sus ojos azules pequeños y vivarachos han conseguido recuperar la alegría aunque solo sea para dársela a sus nietos en sus dilatadas visitas al pueblo, ya van siendo mayorcitos y la pequeña aldea empotrada en los Picos de Europa no es precisamente eurodisney. Pero a él le quieren, agradecen mucho sus chascarrillos y que les enseñara a ordeñar cabras, a encender una chimenea sin tardar dos horas como su padre, un ejecutivo de telefónica que no sabe que hacer con las manos cuando sale del despacho, a coger castañas sin pincharse, a aprender a silbar tan fuerte que se parten de risa porque les pitan los oídos. Son buenos chicos, el no lo era tanto. Perdió la cuenta de los escobazos que le daba su madre por volver entrada la noche, calado con el orbayo y el zaguán llenito de moras, - ¡con la de alimañas que salen a estas horas, mequetrefe, me vas a matar a disgustos! -, pero bien que se comía las moras. Tuvo que aprender rápido el oficio de pastor, no había otra, con su padre arriba y abajo cada día, subiendo de madrugada medio congelado por la helada y bajando por la tarde que no podía con las piernas de correr tras el gafas, el perro pastor catalán tuerto, que se las sabía todas. No había más que decirle – ¡muerde a esa! – y allá que iba a castigarle los cuartos traseros a la rezagada. Lágrimones e hipos le acompañaron al dejarnos definitivamente una mañana de primavera, parecía dormido junto a la cama de sus padres, se fue sin dolor, sin ruido, como llegó a este mundo. Vaya que si aprendió el oficio de pastor, con sus dolores de cuerpo y alma, sentado en los picos vigilando por si aparecían los lobos, que entonces si que había lobos, y nieves, y ventiscas. Una vez se cruzó de bruces con un oso, creo que estaban sorprendidos los dos, con la misma cara de “pero qué haces tu aquí”. Echó a correr en dirección contraria y sentía el aliento de la bestia tras él, a punto de matarle de un zarpazo. Corrió ladera abajo como alma que lleva el diablo hasta que se decidió a mirar hacia atrás cuarto de hora después, no había oso, ese día no tocaba morir. Bueno, ni en ese ni en la dichosa guerra, otros murieron por él.

Llegando al final del camino de la vida, sentado en el poyo de la puerta se pregunta si lo que hizo a lo largo de tantos años subiendo y bajando montes para guardar cabras o matar nacionales sirvió de algo, y la respuesta siempre viene de la misma manera, de la misma y azul manera en los ojos de sus nietos.

Claro que si.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Socomolotrocos esquizofrénicos

Cuando era canijo todo era más fácil, o así me lo parecía. No voy a empezar como el abuelo cebolleta a decir que antes se vivía mejor. Ni mejor ni peor, era más fácil. A ver quién es el guapo que suelta al niño en una gran ciudad y le dice –vete al parque hijo y sube a la hora de cenar -. Amos anda!, si acaso le mandas con dos guardaespaldas con un curso de full contact no sea que a la hora de cenar no tengas niño sentado a la mesa. Los padres de ahora lo tienen complicadillo y no me sorprende que muchos chavales acaben enajenados con las consolas, no pueden llevar una vida social decente hasta que les salen granos en la cara, entonces ya es tarde, salen de casa como los toros en los encierros de San Fermín y échales una liebre, a ver si les pillas. Luego todo son problemas de adaptación, psicólogos, violencia adolescente y un sin fin de males del siglo XXI.  
Y no se le puede echar toda la culpa a los padres, los dos trabajan y el día tiene solo veinticuatro horas. En muchos casos el único rato de comunicación válida con el niño es cuando está acostado y le lees un cuento. Y cuando los padres están separados, cosa cada vez más común, el gazpacho de vida que tiene el pequeño es estupendo, el no va más.
Yo he sido mucho más afortunado. Me he criado con los mismos padres desde la mañana a la noche y desde los cero años hasta la fecha en curso, que todavía aguantan mis neuras. De pequeño me soltaban en la calle con los amiguitos y era mi madre la que tenía que bajar con el rodillo de amasar para que subiera de una vez, que eso no era una pensión. Mi padre si, viajaba mucho, pero se partía el cobre por estar con nosotros siempre que podía y nunca olvidaré los veraneos en la playa, en Alicante o Almería, no necesitábamos más, solo estar con nuestros padres, que nos empeñamos ahora en llevar a los niños al otro lado del globo y no hace falta señores, no necesitan kilómetros, necesitan cariño.
Bajábamos al colegio en la sierra de Madrid en pleno invierno a doce bajo cero solos, sin el todoterreno, si, sentados en tapas de inodoro haciendo el bruto y custodiados por un mastín de un metro de altura y dos mestizos con muy mala leche, cualquiera nos tocaba. Y lo que nunca, nunca jamás olvidaré es el olor de las tostadas al levantarme, de la mantequilla hecha en casa, de los tres hermanos esperando cola en el baño envueltos en mantas que pesaban como piedras y de las tardes de tormenta junto a mi padre, en el porche.

Es lo que intento darle a mi hijo, con mayor o menor éxito y no veais cómo lo agradece.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Ceguera


Cuantas veces he de golpearme
para terminar de sangrar inútilmente
antes de tropezar con tu cuerpo
y entre tus olas salvarme.

No soy gran cosa, lo sabes,
un bufón que de héroe tiene bien poco
que resbala patético, solo, enajenado,
equivocando los brazos y cayendo en el hades.

Me doy cuenta, quizá tarde
de que solo tu eres mi reposo,
imperceptible y de un tacto grandioso
con la palabra justa para mi texto cobarde.

Ahora, cayendo del árbol de la ignorancia
miedo me da acercarme a tus manos,
miedo de perderte siento al mirar tus ojos cercanos,
pero no te vayas nunca de mis ruinas de Numancia.

sábado, 10 de septiembre de 2011

La importancia de decir "Te quiero"

Perdemos la costumbre de hacerlo, sin más, o nunca la tuvimos, quizá nos enseñaron que hacerlo era una forma de mostrar el flanco, de ser débiles y joder, algunos lo han aprendido a fuego.

Mala cosa, no podemos esperar a que los demás lo hagan de gratis eternamente, un día se acaba el frasco y te dan con la puerta en las narices y con razón. No será mejor mirarse de vez en cuando desde fuera a ver si somos lo suficientemente cariñosos con los que nos rodean?. Mi hijo y yo es posible que nos lo digamos cinco veces al día, da igual que esté en la bañera que al otro lado del teléfono, se para en medio de la conversación y te lo suelta a bocajarro…- papá…dime hijo…te quiero”- es acostumbrarse, no es rutina y oye, te sienta estupendamente. Pero yo soy igual, no solo con él, me gusta sorprender a las personas a las que quiero cogiéndoles por los carrillos y soltándoselo, a ver cómo reaccionan. Y quitando mi madre que ya los tiene coloraos y mi pareja que pone cara de “que siiii pesao, que siii” por lo general la reacción es de destruir completamente sus defensas, se quedan con los ojos como platos muy probablemente pensando que te has fumao algo, porque no es normal, no es lo corriente.

Me da lo mismo, mucha gente ha desaprendido a hacerlo y a mi me produce una catarsis fabulosa, ahí queda eso, allá te las arregles, la pelota en tu tejao.

Poneros las pilas que el cariño de los demás no es eterno hay que darle de comer, tampoco se lo hagais al jefe o la jefa porque os puede costar un despido procedente, pero todos los días un gesto, una palabra a tiempo de aliento o un “cómo te ha ido el día?” puede salvaros a posteriori de la hoguera en que podeis meteros por un quítame esas pajas


Somos cariñosos, no sensibleros y el cariño no tiene sexo, es full duplex, de ida vuelta no lo olvideis.

Inopinadamente capullos


La supervivencia nos hace cómplices de la muerte de cuanto nos rodea.
Así es el ser humano, arma y horca de su breve paso por la eternidad.

Donde está el gris si de éste planeta solo se ve el azul desde la luna?
Donde acaban nuestros sueños y terminan las miradas de los que
quedaron desde el proboscídeo de los anhelos propios que nunca supieron atravesar?

El padre, el hermano, el primo, el amante, la cosecha  y la esperanza perdida son huellas que nos recuerdan lo que fuimos y quisimos ser ante la adversidad. Los temores, los miedos, las angustias por lo que pudo ser y no fue son improntas indelebles que debemos colocar en su debido tiempo y pasado relativo…porque todo es relativo, hasta la culpa. El remordimiento, la causa desprovista de efecto y la argumentación a destiempo con quién no lo merece no construyen nada.

No existe el destino ante la muerte porque solo la muerte nos elige en un momento dado. Si todo te abandona es porque tú lo hiciste antes, no al contrario, sino por voluntad propia.

Este es el mundo que nos ha tocado vivir, tocado por enfermedades que ni conocemos, males del alma que nos desposeen de lo que por naturaleza somos. No podemos elegir el sufrimiento ajeno, pero si convocarlo para  hacerlo plato de nuestra mesa.

Dios no existe, no somos el centro de un universo al que le somos del todo indiferentes, somos su casualidad consciente pasajera. No hay religiones que lo justifiquen ni hay ausencias que nos conforten y este escrito desaparecerá con la especie humana, como tantos otros y tantos esfuerzos denodados por justificar, arengar y engrandecernos ante la patética realidad de una trayectoria tan efímera.


jueves, 8 de septiembre de 2011

La revolución (en construcción)

Artemis permanecía quieta, empapada en sudor, con el hoplón alzado frente a sí, la mirada fija en su oponente intentando adivinar sus intenciones. Su lanza asomaba amenazante tras el escudo con su brazo derecho tenso como una cobra a punto de dar su golpe mortal.
Giró lentamente como si bailara al ritmo que le marcaban los movimientos de su presa, sin perder su centro de gravedad. Sin previo aviso hizo un amago para desencadenar otro ataque que no se hizo esperar,  vino por arriba y a su izquierda, pero en lugar de oponer el escudo se avalanzó parando con la lanza hacia abajo que se astilló, pero se giró rápidamente para golpear con su defensa en horizontal el cuello de su rival. Mala suerte, al parecer lo esperaba y se agachó para esquivar el tremendo zarpazo. Pero lejos de achicarse aprovechó el giro entero para defenderse atacando con una estocada de arriba abajo empuñando su lanza al revés, como apuñalando a una criatura moribunda. Los ojos asustados de su padre no esperaban tanta temeridad, ya que dejaba al descubierto toda la parte inferior, pero no le dio tiempo más que a caer boca arriba con la punta de la lanza astillada de su hija deteniéndose a tan solo un palmo de su garganta.
-¿Donde has aprendido esta locura suicida?- decía Cleístenes sin darse un descanso para parpadear, mirando la cara de asesina sonriente de su hija y la punta amenazante de lo que quedaba de su lanza. Artemis se incorporó arrojando su aguijón al suelo y ofreciendo su mano al vencido y boquiabierto pariente. –Se sorprendería de las cosas que se aprenden en los suburbios de Atenas, padre, allí hay más sangre guerrera y más talento que en todas las villas de los ricachones juntas-. Frunciendo el ceño y dejándose ayudar Cleístenes se sacudía el polvo del suelo del patio, ahora convertido en un extraño parque de juegos castrenses. – No lo dudo, hija, no lo dudo, y no reniego de tus amistades en esos círculos, pero tienes que darte cuenta de que todos tus actos tienen su eco en el ágora, me paso el día apagando fuegos entre la nobleza por tus…desmanes y excentricidades con gente de baja estofa –.
Pero ante la mirada malhumorada de su hija se avino a replegar filas. – Perdona, pequeña, perdona, nunca me acostumbraré a verte así, como una mujer casada muy capaz de cortarle la lengua a cualquiera que ponga en duda tus derechos de ciudadana, pero una cosa si es cierta, desatiendes tus deberes en la asamblea y esos rumores no puedo acallarlos, en ocasiones me parece que te atrae más emular a Aquiles que cumplir con tus prerrogativas políticas. No has llegado hasta aquí para ahora echarlo todo al fuego del hades por aprender lances y fintas en los barrios bajos-. Artemis dejó el pesado hoplón de bronce apoyado en una de las columnas del atrio, se enjugó el sudor con el escote de su vestido de lino blanco y cogiendo delicadamente a su padre de la mano lo condujo hacia la estancia anexa, donde una joven esclava tracia terminaba de servir dos copas de vino y unas aceitunas de un verde brillante irresistible, no en vano los olivos de las tierras de su padre eran envidiados por su salud imperecedera en todo el ática. Cleístenes se vanagloriaba de ello y presumía de que sus árboles descienden de la simiente entregada  por Atenea a la ciudad el día de su fundación, en su pugna con Poseidón.
Artemis demoró su respuesta hasta que estuvieron reclinados y mirándose frente a frente, bebiendo el fruto de la tierra que les vio nacer a ambos, en comunión con su pasado y su tan añorado presente. La luz difusa de aquella tarde de primavera entraba por el atrio del patio exterior y la gran puerta abierta de roble macizo, acariciando los bustos de Atenea Partenos y de Poseidón que flanqueaban el acceso a los malos espíritus en aquella paz y en aquel silencio acompañado que les envolvía. Cuántas veces, cuando solo levantaba cinco palmos del suelo había corrido a través de esa entrada junto a Eneas, su hermano, después de haber protagonizado su enésima pelea y la consiguiente rotura de alguno de los carísimos ornatos de la aristocrática vivienda.
Artemis empezó yéndose por las ramas – hay que reconocer padre que siempre tuvo un gusto exquisito en materia de decoración, las esclavas por supuesto van en el lote, la edad al parecer no le impide darse un gusto a la vista, no sea que desentonen con el mobiliario – dijo esbozando una sonrisa sarcástica – No me mires así, hija mía, son cosas de tu madre, yo en eso ni entro ni salgo, es ella la que elige hasta la ropa que debo ponerme cada día y para cada ocasión, aunque he de reconocer que hasta la fecha no he tenido queja de su buen gusto. Muchas veces recela de mis miradas furtivas hacia esa belleza tracia, pero no osa decir palabra porque tampoco yo le recrimino sus devaneos y sonrisas a ciertos nobles bien parecidos en el ágora. Al fin y al cabo y viendo los vericuetos del matrimonio con la perspectiva de la edad tanto ella como yo estamos ya de vuelta de ciertas cosas y no merece la pena andar con dimes y diretes por un escarceo visual, al menos en mi caso me conmueve lo mismo una hetaira de caderas sinuosas que un asado de codornices con salsa de arándanos. El cariño y la responsabilidad quedan ya muy por encima y pesan mucho más que los baños ocasionales en las pasiones mundanas. Pero no rehuyas con esa demagogia sentimentaloide mis preguntas, que me recuerdas a Iságoras en sus mejores tiempos dando discursos, a veces me da miedo que mi escuela oratoria haya calado tanto en tu forma de ser, pero no podrás con este viejo curtido en mil discusiones, eternas y enconadas discusiones con los mejores estafadores de grecia. O sueltas prenda o empezaré a desplegar mis mejores armas disuasivas. -
- Está bien padre, está bien, bajaré la guardia por una vez por respeto a sus canas y miedo a su verborrea de político contumaz – reían ambos ante la ocurrencia cuando se vieron interrumpidos por la entrada de una diosa en la tierra que traía un vestido vaporoso de seda fenicia. Su andar etéreo y resuelto, su mirada centelleante y su largo pelo castaño lleno de bamboleantes tirabuzones terminaban de adornar la majestuosa aparición que llenó la escena como si Medea saliese al teatro a llenar de luz y drama la oscuridad egoísta del mundo de los hombres.
Dánae parecía haber hecho un pacto tácito con el despiadado paso del tiempo que lejos de desfigurar la belleza y la frescura de la juventud perdida la había tornado en madurez irresistible, señalando con las incipientes arrugas del rostro las virtudes y los dolores que engrandecían su imagen con el paso de los años.
- He oído a niños jugando en el patio a Perseo y Medusa y no he resistido la tentación de bajar de mi interrumpida paz en el olimpo y de mis útiles quehaceres para ver el resultado de tanto derroche de sudor y energía en pos de una gloria efímera. Hola hija mía, ¿has vuelto a enseñar a tu padre lo que vale un peine?, no sabes cuánto agradezco que le bajes los humos de vez en cuando, últimamente cada vez que vuelve de ganarse a las masas en la asamblea del pueblo se pone realmente insoportable de lo que se engorda a sí mismo, no cabe en la toga querida –. Dánae subrayaba su frase mirando de reojo a su marido incorporado mientras cogía las dos manos de su hija que se había levantado y besaba su mejilla.
Cleístenes carraspeó y sin contestar hizo una seña a Berenice para que trajera otra copa de vino vacía. – Siéntate querida, Artemis tiene el día generoso y me estaba contando cuales son sus grandes motivaciones existenciales, esas que le tienen apartada de la vida y las responsabilidades públicas-. Se sentaron los tres y Artemis en un gesto de coquetería cogió una pequeña cinta de cuero que llevaba sujeta en una sandalia y se recogió el pelo sin ninguna prisa mirando a su padre que esperaba con traviesa curiosidad a que aquella belleza labrada por Artemisia se dignara a exponer sus argumentos.
- Para empezar fuiste tu, padre, quién me metió en la política por la puerta de atrás, bueno, tu y ese amigote tuyo, ¿cómo se llama?...ah, si, Dionisio, el nombre le va que ni pintado a ese borrachín manipulador de mentes, la última vez que desafortunadamente me lo crucé  no dejó de mirarme el escote mientras me contaba los últimos chismes del Areópago. ¿Cómo puedes relacionarte con seres de esa calaña?. Noooo es igual, no me lo expliques, al fin y al cabo a eso voy, esa es mi linea argumental mi querido magistrado. Pues bien, supongo que te has dado perfecta cuenta de que no me muevo como tú en esos círculos de manifiesta alquimia política, de miradas falsas y puñaladas por la espalda, de hombres que te dan a mano y te están sentenciando a muerte a manos de un sicario en cualquier callejón de Atenas y son los mismos hombres que venderían a sus madres por un contrato naviero contigo, padre. No, no me pidas que me sumerja en ese mundo porque se me pudre el alma de pensarlo.
Pídeme si quieres que baje al arroyo al que ninguno quereis bajar ni podeis y sabes a qué me refiero. Yo me muevo como pez en el agua entre lo que algunos llaman  “la basura de Atenas”, la misma basura, por cierto, que les vota en la asamblea y les hace poderosos, pero no voy a entrar en dimes y diretes contigo que al final siempre ganas por puntos -. Su padre reía pasando quizá uno de los ratos más divertidos escuchando cómo su hija se despachaba a gusto a la vez que admitía sus flaquezas, ante lo cual guardó respetuoso silencio y bebió un poco de vino negando levemente con la cabeza en medio de una gran sonrisa.
- ¿Lo ves madre? ¿Te das cuenta de cómo disfruta sobremanera de sus ridículas y ególatras victorias diplomáticas?. No haremos carrera de él, por muchos combates en los que intente doblegar su megalomanía política. Te equivocas hija mía – soslayó Danae – y sigue por el camino que llevabas que al final quién rie el último rie dos veces -. Artemis gruñó ligeramente con el ceño fruncido y sus ojos clavados en su pieza de caza, un auténtico león de las malas artes argumentales.
- Aunque a buen seguro, padre querido, ya sabeis donde acaba mi discurso no voy a negarme el placer de finalizarlo. Yo y solo yo soy la mano política que te falta en el pueblo, a mi me respetan porque me crié entre sus bastidores, me senté a su mesa desde pequeña contra tu voluntad, jugué a pedradas y hasta sangrar innumerables veces, me he casado con un artesano de la madera, otra vez contra ti y pagando un alto precio en lágrimas querido padre y ellos saben que lucharé a su lado siempre y en todo lugar, así que piensa detenidamente que tus votos en las asambleas del pueblo son en buena lid míos, porque soy la extensión de tus anhelos en la basura ateniense, y a mucha honra -.
Se hizo un silencio expectante y Danae se removió en su reclinatorio sin articular el más mínimo gesto de aprovación o descrédito de lo dicho por su hija, pero mirando de reojo a su marido que serio hacía girar su cuello como un púgil calentando para el siguiente round si perder de vista a Artemis.
- Desde luego, no cabe duda de que eres digna hija de tu padre y no te falta razón al reclamar lo que es tuyo por derecho propio a base de sangre, sudor y lágrimas. Sabes que soy pragmático en todo lo que hago y tanto tu labor como la mía resultan una simbiosis de lo más productiva para esta familia. Nuestras leyes y mis reformas que no hicieron sino continuar las de Solón han hecho del ática un lugar donde la convivencia entre clases empieza a ser una realidad más allá del simple uso partidista de la palabra para algunos y su propio beneficio, somos la punta de lanza de algo que resulta ya imparable pero quiero que sepas que tu influencia sola en el pueblo llano no es razón de vida única para esta democracia en pañales-. Artemis hizo amago de decir algo a modo de disculpa, pero Cleístenes levantó una mano – déjame terminar Artemis…Muchos hombres dejaron la vida por el camino, hombres a los que yo apreciaba y que no tuvieron tanta suerte como yo o como tu dices tanta capacidad de hipocresía política, menos mal que en el fondo me conoces fuera de esos ámbitos, menos mal. Alguien tiene que hacer ese desagradable trabajo y bregar con los perros de arriba, que son tan fieros como los de abajo arrimando el ascua a su sardina. En el equilibrio de mesuras en ambos bandos está la virtud y todavía queda mucho por hacer, mucho. Las clases medias como los artesanos y los metecos financieros y comerciantes no están suficientemente reconocidas y llevará mucho tiempo y mucha mano izquierda introducir reformas que les dejen en su justo lugar y eso no gusta a los aristócratas que se me echan encima cada vez que se me ocurre proponerlo. Así que dada la edad que tienes y la inteligencia que te asiste concentra tus energías en ser pragmática como yo y en recoger el testigo que varias generaciones de grandes políticos y pensadores te han legado, en arriar la bandera única de la defensa del pueblo como adalid de tus aspiraciones y de pensar en Atenas como un todo que algún día y gracias al equilibrio de fuerzas podría convertirse en la mayor potencia del Egeo. Piensa en ello hija mía y deja de ver en tu padre un enemigo para encontrar a tu mejor aliado y sopesa igualmente que si quieres doblegar a tu enemigo lo mejor es estar tan cerca como puedas de él -.







miércoles, 7 de septiembre de 2011

Sin título

Vacía este mundo de hipocresía,
vacía este cuerpo de mudas intenciones,
destroza lo que encuentres a tu paso
en este saco roto, en mi cobardía, en mis canciones.

Ayer soñé un hierba que crecía en medio de la basura,
como el sol en el campo de batalla,
en medio de humo y fuego y yo corría…
para saber si su verde era cierto o canalla.

Nada es tan cierto como tu incertidumbre,
Nada tan falso como esta vida mentirosa y breve.
Apiádate un poco, dame tu verde en esta cumbre,
que el espíritu grite!, corra!, haga lo que debe.

Cada día me empeño en crecer y en cada tramo
me voy sintiendo más niño, más pequeño,
casi estoy de nuevo en el vientre de mi madre,
libre, ingrávido, caliente, flotante,
libre…libre.


Siembra y cosecha


Hay gente que despierta unida un sueño
o que muere cada mañana por una quimera.
Están los que dicen que son superiores
 y son polvo al polvo cuando regresan a la tierra.

Hay gente que toca el cielo vendiendo humo
acariciando nubes de gloria efímera
y cuando soba el cobre, moneda o escudo,
vende su alma a diablo de la locura.

Pero yo calzo suelas de esparto y cuero,
yo soy hombre de campo, no se de joyas.
Yo veo el oro en tus ojos, la codicia en tu piel tostada
por la estrella que hace dorar el trigo.

Muera yo pobre, qué dulce parca!
sin más riqueza que tu regazo.
Bendito sea el infierno de mis fracasos,
y maldito el fracaso ante tus verdades.



martes, 6 de septiembre de 2011

La espada de la verdad

La espada de la verdad se abate sobre la mezquindad y la barbarie, sobre la mentira conformista, la mira esquiva, sobre los tejados en ruinas para elevar imperios, los embalses que no dejan que el agua se desborde, sobre la inacción ante el yugo, los corazones amordazados y la sangre derramada por una quimera, por un grano de trigo.
La espada de la verdad se postra ante la mirada firme de un toro bravo, de una hembra que defiende a su retoño, ante la grandeza del que todo lo pierde sangrando por todas las heridas de su pasado, ante la generosidad del noble desposeído, la entereza ante la afrenta, los corazones pobres pero libres...ante la libertad como ofrenda única.

La insoportable levedad de ser padre

En cierta ocasión hablaba con Elías sobre la luna, el sol y esas cosas rotan sobre sí mismas y alrededor de nosotros.
La cosa empezó por intentar hacerle comprender que a pesar de estar muy lejos ambos hacían posible la vida en la tierra, eso le gustó, pero se torció cuando se me fue la olla y le dije que sin ellos no habríamos existido ni sería posible la supervivenciaen esta pelota azul donde vivimos.
Le dije que la luna lunera redonda como un queso hacía que la tierra se mantuviera con paso firme sobre su eje en la misma posición, pero que se aleja de nosotros a razón de tres centímetros al año y que cuando se fuera lo suficiente el mencionado eje polo norte-polo sur se volvería locuelo por la falta de atracción de su gravedad, el clima se volvería espantoso con años de invierno glacial en una cara y desiertos ardientes en la otra.

MENUDO DRAMAAAAAAAAA…

El pobre no conseguía entender que ni en cien mil vidas como la suya eso iba a ocurrir, igual le da tres centímetros que tres años luz, menuda metedura de gamba. Y lo peor fue cuando le dije que un día, dentro de cinco mil millones de años el sol se moriría y se comería con patatas medio sistema solar.

PARA QUÉ QUEREMOS MÁS!...

Que si nos vamos a tostar, que para cuando el evento…en fin, unos lagrimones como perlas.
Todo esto me da mucho que pensar y me cuestiona como padre didáctico, no soy más que un terrorista inconsciente con dinamita atada a la cintura.
La broma de la explicación científica me costó dos semanas de enmendar el gambazo a base de enseñarle como funciona un calendario y lo infinitesimal que puede llegar a ser el tiempo y el espacio, pero con todo y con eso no las tiene todas consigo.
Creo que en su mirada desconfiada lleva escrito…papá…caca.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Carta del apostol San Pablo a los adefesios...Jajajajajaja.


He bajado tantas veces al infierno que me han puesto un despacho ya, pero no pienso volver allí, ya he tenido bastante. Yo no he tropezado dos veces en la misma piedra, la llevaba pegada a mis zapatos. No obstante he aprendido grandes cosas allí, de las almas que se regodean en su propia desidia de vivir, he visto sabios condenados, encabronados con esta sociedad y consigo mismos, mujeres viviendo sin sus hijos, borrachos de barra y de cartones en la calle, algunos con carrera y más dinero en el bolsillo de lo que podais imaginar, jóvenes con muchísimo talento que saltaron a la locura porque tenían padres maltratadores de cerebros, empresarios de mucho porte que un día se pasaron de rosca y querían saltar por un puente. Eso es el infierno, el mío interior y el que te rodea y no quieres ver.



Pero ya está bien, de jugar con la muerte a ver quién es más chuli, a ver quién aguanta más en la vía hasta que pase el tren a toda velocidad. Como dice la canción “tengo un conuco, un gallo y un lucero” y patrás ni pa coger impulso, que se prepare el mundo porque voy subido en el tren que me quería matar, a toda leche y sin frenos.



He dicho.



Plom! (el sello).

Soneto inacabado

Oigo de nuevo esas voces en el caer de la lluvia,
como la memoria gotea sobre mi recuerdo,
persisten en pintar de gris mi legado
otoño de hojas verdes sobre la tierra rubia.


Mientras me destruyo y me confundo
mis pensamientos me devuelven la frescura.
Me mienten frente a ti, con la luz de tu ternura,
me besan, me consuelan en lo más profundo.


Aguardando tu verdad cayendo ardiente, despiadada y fría,
sobre mi rostro mojando mi entendimiento,
pienso que solo soy de esta lluvia mi  tormento,
de mi pesadilla un pasajero lamento
que se moja  en tu risa, pasado presente y futuro
de este alma por tu amor rendida.