Perdemos la costumbre de hacerlo, sin más, o nunca la tuvimos, quizá nos enseñaron que hacerlo era una forma de mostrar el flanco, de ser débiles y joder, algunos lo han aprendido a fuego.
Mala cosa, no podemos esperar a que los demás lo hagan de gratis eternamente, un día se acaba el frasco y te dan con la puerta en las narices y con razón. No será mejor mirarse de vez en cuando desde fuera a ver si somos lo suficientemente cariñosos con los que nos rodean?. Mi hijo y yo es posible que nos lo digamos cinco veces al día, da igual que esté en la bañera que al otro lado del teléfono, se para en medio de la conversación y te lo suelta a bocajarro…- papá…dime hijo…te quiero”- es acostumbrarse, no es rutina y oye, te sienta estupendamente. Pero yo soy igual, no solo con él, me gusta sorprender a las personas a las que quiero cogiéndoles por los carrillos y soltándoselo, a ver cómo reaccionan. Y quitando mi madre que ya los tiene coloraos y mi pareja que pone cara de “que siiii pesao, que siii” por lo general la reacción es de destruir completamente sus defensas, se quedan con los ojos como platos muy probablemente pensando que te has fumao algo, porque no es normal, no es lo corriente.
Me da lo mismo, mucha gente ha desaprendido a hacerlo y a mi me produce una catarsis fabulosa, ahí queda eso, allá te las arregles, la pelota en tu tejao.
Poneros las pilas que el cariño de los demás no es eterno hay que darle de comer, tampoco se lo hagais al jefe o la jefa porque os puede costar un despido procedente, pero todos los días un gesto, una palabra a tiempo de aliento o un “cómo te ha ido el día?” puede salvaros a posteriori de la hoguera en que podeis meteros por un quítame esas pajas
No hay comentarios:
Publicar un comentario