En mis manos desnudas
el imperio de tu presencia,
en mis manos desnudas
el desierto de tu ausencia.
En mis ojos cansados
el horizonte limpio de los tuyos,
en mis ojos agotados
sin ti niebla, ceguera, el absurdo.
En la fe que perdí un día
el templo de mármol de tu cuerpo,
en mis dioses caídos
el caos del infierno sin tus besos.
Aunque el tiempo cubra con su manto lo que sientes
con tus manos alcanzaré,
con tus ojos andaré
y mi fe renacerá en la tuya siempre presente.
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