Hace dos años mi hijo me pidió que le escribiese un cuento. Menuda tarea me encomendó, con el coco que tiene el niño. Los chavales son los mejores críticos que existen. Si cantas mal de repente se dan la vuelta y empiezan a jugar al excalectric, en tu cara, sin cortarse un gramo y si escribes algo que carece de interés o no les engancha te ponen a caldo o ponen cara de….vaaaaya rollo papi. Así que exprimí mis neuronas al máximo y me puse a juguetear en la mente con sus mejores iconos de niñez cruel y despiadada. Se puso a dar botecitos de alegría cuando se lo leí y cuando veía las imágenes que lo acompañaban, con lo cual respiré aliviado y me di una palmadita en la espalda. Espero que no me pida más adelante la cuarta entrega de Parque Jurásico, porque me veo viajando a Dinópolis para ponerme al día. Al lío, éste fue el cuentecito breve, que si breve dos veces bueno.
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FITO,EL INCORFORMISTA
Érase una vez una fitobacteria estromatolítica que se llamaba Fito. Fito vivía en el océano retozando entre las algas, las anémonas y los corales. No tenía que preocuparse por nada, ni por la comida, que tenía de sobra en aquel inmenso mundo azul y profundo y mucho menos por el agua, estaría bueno!.
Pero Fito no era del todo feliz, soñaba con escoger los sitios a donde ir, poder viajar lejos sin depender de las corrientes oceánicas, bajar y subir a su antojo y saltar por encima del agua para chapotear y juguetear con la luz del sol. Una noche se durmió soñando profundamente y al despertar descubrió que tenía un esbelto cuerpo, aletas y una cola con la que podía desplazarse velozmente por el agua, ahora era un bonito pez de colores. Sin salir de su asombro viajó a lugares exóticos, visitó a las criaturas de las profundidades y dio grandes saltos sobre la superficie para calentarse con los rayos del sol, mojarse con la lluvia y...hay, hay, hay....ver la tierra y las fabulosas playas de arena blanca. Eso fue lo malo, que lo vio.
Fito deseaba ardientemente poder pasear por aquel mundo desconocido, descansar a la sombra de una palmera y devorar las ricas frutas que caían de los cocoteros y las plataneras. Así que acunado en sus sueños una buena mañana amaneció en la orilla, y ya no era un pez!. Era una extraña criatura con cuatro patas!. podía moverse a su antojo por la playa y ver cumplidos todos sus sueños, pero era torpe y desgarbado, le costaba mucho esfuerzo arrastrarse penosamente y quería explorar el interior del continente, subir aquellas montañas y correr a toda velocidad por los prados y por el bosque. Frustrado se durmió bajo una palmera y cuando despertó ya no era torpe ni desgarbado, ni mucho menos!. Tenía una altura de cuatro metros y dos fuertes patas que le permitían alcanzar velocidades que jamás habría podido ni soñar en sus mejores sueños soñados! ERA UN TIRANOSAURIO REX!. Así que sin pensarlo dos veces se lanzó tierra adentro y exploró y exploró sin descanso subiendo cadenas montañosas y durmiendo en los valles más bonitos que había visto jamás.
Un día, mientras perseguía a una pieza de caza, un trueno rompió el aire que hizo retumbar la tierra entera...El cielo se volvió anaranjado y espesas nubes de humo y cenizas se dirigían hacia donde estaba a gran velocidad. Fito corrió y corrió hasta conseguir entrar en una negra caverna, con tan mala fortuna que cayó en un abismo que parecía no tener fin. Cayó y siguió cayendo hasta que perdió el sentido de puro miedo.
Cuando despertó aturdido ya no era grande y fuerte, ni siquiera podía arrastrarse ni nadar libremente. Fito volvía a ser lo que era, una fitobacteria estromatolítica, pero lejos de apenarse por ello se alegró de seguir vivo y flotar por el océano.
Y nunca...nunca volvió a desear ser lo que no era.
Érase una vez una fitobacteria estromatolítica que se llamaba Fito. Fito vivía en el océano retozando entre las algas, las anémonas y los corales. No tenía que preocuparse por nada, ni por la comida, que tenía de sobra en aquel inmenso mundo azul y profundo y mucho menos por el agua, estaría bueno!.
Pero Fito no era del todo feliz, soñaba con escoger los sitios a donde ir, poder viajar lejos sin depender de las corrientes oceánicas, bajar y subir a su antojo y saltar por encima del agua para chapotear y juguetear con la luz del sol. Una noche se durmió soñando profundamente y al despertar descubrió que tenía un esbelto cuerpo, aletas y una cola con la que podía desplazarse velozmente por el agua, ahora era un bonito pez de colores. Sin salir de su asombro viajó a lugares exóticos, visitó a las criaturas de las profundidades y dio grandes saltos sobre la superficie para calentarse con los rayos del sol, mojarse con la lluvia y...hay, hay, hay....ver la tierra y las fabulosas playas de arena blanca. Eso fue lo malo, que lo vio.
Fito deseaba ardientemente poder pasear por aquel mundo desconocido, descansar a la sombra de una palmera y devorar las ricas frutas que caían de los cocoteros y las plataneras. Así que acunado en sus sueños una buena mañana amaneció en la orilla, y ya no era un pez!. Era una extraña criatura con cuatro patas!. podía moverse a su antojo por la playa y ver cumplidos todos sus sueños, pero era torpe y desgarbado, le costaba mucho esfuerzo arrastrarse penosamente y quería explorar el interior del continente, subir aquellas montañas y correr a toda velocidad por los prados y por el bosque. Frustrado se durmió bajo una palmera y cuando despertó ya no era torpe ni desgarbado, ni mucho menos!. Tenía una altura de cuatro metros y dos fuertes patas que le permitían alcanzar velocidades que jamás habría podido ni soñar en sus mejores sueños soñados! ERA UN TIRANOSAURIO REX!. Así que sin pensarlo dos veces se lanzó tierra adentro y exploró y exploró sin descanso subiendo cadenas montañosas y durmiendo en los valles más bonitos que había visto jamás.
Un día, mientras perseguía a una pieza de caza, un trueno rompió el aire que hizo retumbar la tierra entera...El cielo se volvió anaranjado y espesas nubes de humo y cenizas se dirigían hacia donde estaba a gran velocidad. Fito corrió y corrió hasta conseguir entrar en una negra caverna, con tan mala fortuna que cayó en un abismo que parecía no tener fin. Cayó y siguió cayendo hasta que perdió el sentido de puro miedo.
Cuando despertó aturdido ya no era grande y fuerte, ni siquiera podía arrastrarse ni nadar libremente. Fito volvía a ser lo que era, una fitobacteria estromatolítica, pero lejos de apenarse por ello se alegró de seguir vivo y flotar por el océano.
Y nunca...nunca volvió a desear ser lo que no era.
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