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martes, 6 de septiembre de 2011

La insoportable levedad de ser padre

En cierta ocasión hablaba con Elías sobre la luna, el sol y esas cosas rotan sobre sí mismas y alrededor de nosotros.
La cosa empezó por intentar hacerle comprender que a pesar de estar muy lejos ambos hacían posible la vida en la tierra, eso le gustó, pero se torció cuando se me fue la olla y le dije que sin ellos no habríamos existido ni sería posible la supervivenciaen esta pelota azul donde vivimos.
Le dije que la luna lunera redonda como un queso hacía que la tierra se mantuviera con paso firme sobre su eje en la misma posición, pero que se aleja de nosotros a razón de tres centímetros al año y que cuando se fuera lo suficiente el mencionado eje polo norte-polo sur se volvería locuelo por la falta de atracción de su gravedad, el clima se volvería espantoso con años de invierno glacial en una cara y desiertos ardientes en la otra.

MENUDO DRAMAAAAAAAAA…

El pobre no conseguía entender que ni en cien mil vidas como la suya eso iba a ocurrir, igual le da tres centímetros que tres años luz, menuda metedura de gamba. Y lo peor fue cuando le dije que un día, dentro de cinco mil millones de años el sol se moriría y se comería con patatas medio sistema solar.

PARA QUÉ QUEREMOS MÁS!...

Que si nos vamos a tostar, que para cuando el evento…en fin, unos lagrimones como perlas.
Todo esto me da mucho que pensar y me cuestiona como padre didáctico, no soy más que un terrorista inconsciente con dinamita atada a la cintura.
La broma de la explicación científica me costó dos semanas de enmendar el gambazo a base de enseñarle como funciona un calendario y lo infinitesimal que puede llegar a ser el tiempo y el espacio, pero con todo y con eso no las tiene todas consigo.
Creo que en su mirada desconfiada lleva escrito…papá…caca.

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